lunes, 1 de octubre de 2007

Ruta de La Muntanyeta Atalaya (10/09/2007)

Esto de quedar un lunes por la tarde ya es de estar un poco “pa-ya“ como diría un chavalote de los de ahora, o como diríamos nosotros, es ciertamente una actitud que tal vez cabría reconsiderar seriamente por razones obvias, pero en fin, no le demos más vueltas y achaquemos nuestro insensato proceder a quien es sin duda, el único culpable, “ el maldito virus de la BTT” que nos tiene presos.
Sin más preámbulos pasemos pues a describir esta novedosa ruta de podríamos clasificar de mantenimiento por su corto recorrido y que ha sido recientemente descubierta por nuestro GPS humano, o sea, Kike.
Nos encaminamos raudos y veloces hacia “La Muntanyeta” como cariñosamente la hemos bautizado, y es que las vistas desde esta magnifica atalaya que vigila todo el valle de Valencia son auténticamente espectaculares, y eso es lo que les voy comentando a los compañeros cuando emprendemos la ruta por la ya consabida carretera hacia el barrio de San Francisco, de ahí salimos por detrás de La Cova en dirección al By-pass pero hoy no llegaremos hasta esa bajada, pues nos desviaremos hacia el polígono de Manises en busca de la pasarela que cruza la carretera hacia Riba-Roja y luego, llegando al final del polígono y pegados al perímetro del aeropuerto, giraremos a la izquierda siguiendo la valla que lo delimita.
Este camino asfaltado es el de la urbanización La Mallá, por este iremos girando a la derecha en busca del By-pass el cual cruzaremos por uno de los túneles inferiores que lo atraviesan, a su salida giramos a la derecha y cincuenta metros más adelante enseguida a la izquierda. Este camino rodeado de naranjos nos hace vislumbrar a contraluz y por encima de ellos, la silueta de nuestro objetivo de hoy, cuyo perfil que se agranda a medida que nos vamos aproximando al objetivo marcado para esta tarde-noche.
Seguiremos este camino circunvalando la montaña hasta el momento en el que a ambos lados nos abandonen los naranjos, inmediatamente después y a la derecha, encontraremos unos chalets que nos marcaran el camino de subida aún asfaltado que nos conducirá a pie de monte.
En el momento que vemos un gigantesco deposito circular de agua en la parte izquierda de la carretera, justo frente a él tenemos el comienzo del camino pedregoso (del tipo que nos gusta) que nos recibe con una bonita rampa. Llegados a este punto el trayecto nos muestra su dureza, pues el agarre se hace cada vez más difícil por las muchas piedras sueltas junto con otras semi enterradas que nos salen al paso con el añadido de zonas con gravilla que dificultan más el trazado, todo esto en medio de una torrentera que tendremos que cruzar tomando el desvío de subida de la derecha pues el de la izquierda casi intransitable de subida, será una buena (y nunca mejor dicho) piedra de toque para hacer una bajada muy técnica, centrándonos ahora en este tortuoso inicio que nos acompañará en casi toda la subida que sin ser excesivamente dura sí que resulta exigente, y máxime si le unimos las dificultades mostradas por el terreno que hemos comentado anteriormente.
Vamos pues serpenteando el camino mientras la altura se hace cada vez mayor a nuestros pies, y las vistas se magnifican a cada pedalada. Estamos en el lado suroeste y podemos contemplar frente a nosotros las Cumbres de Calicanto al otro lado de la N-III, sin proponérnoslo buscamos inconscientemente (o quizá no tanto) nuestra Rodana, pero no la vemos desde aquí, tendremos que girar la montaña para poder verla pues desde el punto en que nos encontramos se encuentra oculta por otra montaña de mayor altitud que ésta en la que nos encontramos, por lo que debido a la perspectiva solo es posible divisarla desde el otro lado. Si la bruma nos lo permitiese, veríamos las montañas de la hoya de Buñol y más allá los montes de Cuenca y Chelva fundiéndose en la distancia. Esto será la excusa perfecta para volver a acercarnos hasta aquí en un día que sople el poniente, tomamos nota.
Nos dirigimos al lado Este del monte y divisamos al fondo Valencia en su totalidad y mas allá el mar, siguiendo esa línea del horizonte y más adivinado que viendo, puede distinguirse Port Saplaya hacia el Nordeste, El Saler al Sureste y Cullera más al Sur, también las montañas de la Serra Gallinera allá por Gandia.

Más cerca ya empiezan a encenderse las primeras luces de la ciudad y vamos desgranando el rompecabezas que nos plantea Valencia desde la altura. Así vemos los edificios de mayor envergadura característicos que ya forman parte de nuestro perfil valenciano y nos vamos situando para ir descubriendo cada vez con mayor claridad donde encajan todas las piezas, de esta forma nos acercamos al aeropuerto, entre otras cosas porque los aviones se aproximan a la pista tan cerca de nosotros que no nos queda otro remedio que seguirlos hasta que aterrizan y esperar el despegue del siguiente.

Ahora también nos fijamos en la principal arteria de comunicación de Valencia, el By-pass, lo divisamos a lo lejos como un faro, pues las luces de los coches que vienen hacia nosotros asemejan una procesión interminable, cuya figura parece representar una herida en medio de la geografía de la huerta Valenciana.
Siguiendo esta línea brillante de luces en movimiento hacia el sur, encontramos los polígonos industriales que salpican la N-III y entre todo este maremagnum y cada vez más a la deriva, los campos de naranjos que otrora eran un mar de azahar y hoy son solo islotes que luchan por sobrevivir a las urbanizaciones y a los polígonos industriales.

Seguimos desplazándonos hacia la parte norte para contemplar desde otro punto la silueta de la Sierra Calderona e ir acercándonos y divisar el bosque de La Vallesa de Mandor y la ribera del Turia, aún más cerca a nuestros pies, tres monstruosas canteras cortan el paisaje inundando el ambiente de fino polvo blanquecino en suspensión y lo que es peor, devorando el paisaje a pasos agigantados, pues cada vez queda menos montaña y su insaciable apetito les llevará a no mucho tardar a la montaña más cercana, destruyendo así la orografía ondulada de estas comarcas entre Camp de Turia y L´Horta.
Quizás algún día tengamos que contar la crónica de cómo bajamos una gigantesca sima abierta por estas canteras, ojala tardemos mucho en relatarla.

Mirando un poco más arriba en lo alto de la montaña y muy cerca de la posición en la que nos encontramos (apenas unos 100 m.), divisamos otro de los objetivos que nos gusta conquistar a menudo para hacernos la foto, un vértice geodésico adornado por una bandera. No hay camino de subida en bici por lo que habrá que cargar con la burra al hombro, pero esto será otro día pues hoy el tiempo apremia.
Ahora miramos hacia el Oeste y allí en lontananza están Les Rodanes, intuyendo en su perfil los caminos que tantas veces hemos recorrido, caminos que volveremos sin duda a recorrer. Sentimos insistir en cada ruta con Les Rodanes, pero son las montañas que nos han acompañado desde nuestra niñez y las hemos recorrido en ocasiones a pié y ahora en bici y por así decirlo, es como jugar en casa, aquí siempre somos titulares.
La luces del atardecer nos anuncian que debemos marcharnos sin perder un minuto, por lo que nos encaminamos hacia la bajada que nos muestra un camino sinuoso y con gravilla suelta que nos hace apresurarnos a la vez que agudizar nuestra habilidad con las máquinas. Emprendemos el camino de retorno bajando por donde hemos subido, ya que la otra pendiente no es apta para cardíacos sobre todo por la poca luz ambiental que resta en la tarde de hoy, aun así esta bajada es muy técnica debido a lo accidentado del terreno y a la susodicha gravilla añadimos la falta de luz que nos obliga a desprendernos de las gafas para ver mejor, es de suponer que en estas condiciones se agrava el peligro de que nos entre algo en los ojos, por lo que con todo este cóctel, mejor dejaremos para otro día eso de bajar a tumba abierta, hoy nos contentaremos con llegar abajo solo “deprisita” pero sin caernos.
Gracias al GPS (esta vez el electrónico) y deshaciendo el camino, dos de los compañeros volverán a Manises mientras que quien escribe estas líneas partirá en dirección Riba-Roja, así que tras encender las luces delanteras y pilotos traseros y despedirnos al pie de la montaña, tomamos caminos diferentes con las primeras sombras acechando sobre nuestras cabezas y urgiéndonos en el camino de regreso a casa.
Las sensaciones producidas por este primer ingreso a lomos de nuestras bicis en el reino de las sombras, provoca que se disparen definitivamente nuestras ganas de saborear una ruta nocturna en toda regla.
Nuestro objetivo, como no, van a ser Les Rodanes (siempre Les Rodanes), ellas serán el bautizo oscuro de nuestro lado más oscuro que no puede ser otro que una ruta nocturna por sus para nosotros, conocidos parajes diurnos. La adrenalina se nos dispara solo de pensar en la intensidad de los olores de la montaña y en los sonidos propios de la noche entrados ya en el crepúsculo civil por parajes tan solitarios, sin duda muy pronto lo descubriremos......, hoy ha sido un buen preludio mediante el que hemos podido valorar a fondo nuestra capacidad de visión ocular con la ayuda de nuestros faros, pudiendo hacernos una idea real de lo que en breve vamos a encontrarnos en nuestra primera salida con la total ausencia del astro rey.
Y es que este virus no se cura sino pedaleando y nuestra medicina, o sea nuestras bicis, tienen entre sus principios activos “Roda i Pedal” así que a base de estos principios activos intentaremos curarnos o, si el antídoto no es lo suficientemente potente, enfermar del todo, que remedio.............