viernes, 29 de febrero de 2008

Sot de Chera - Embalse de Buseo

"Un bello paisaje no es solamente una armoniosa disposición de agua, de piedra, de árboles, de sol y de viento; para un joven, en primer lugar, es un alimento".
Gaston Rébuffat.

¡Felicidades!, hoy se cumplía el 1º aniversario del estreno de nuestras máquinas. Aquella placida ruta a la playa nada tiene que ver con la ruta de hoy. Hace un año nos daba lastima ensuciar las bicis, hoy les damos caña de la gorda en cada salida y, ni por estas que rechistan, eso si, de vez en cuando como hoy, un pinchazo, para ver si nos hacen recapacitar por donde las metemos.
Ya hicimos la crónica de un año de cambios. También podríamos haber esperado hasta hoy para hacerla, pero no nos referíamos en el sentido de un año como medida de tiempo sino de un año, el 2007 como inicio de una aventura plagada de buenos momentos. Por eso hoy tocaba felicitar a las burras como mejor saben apreciarlo: dándoles una ruta exquisita. Hemos tenido de todo: buen firme, tramos intransitables, momentos con Stendhal, avería, vistas apabullantes, subidas de aúpa, bajadas trepidantes, fresquito mañanero y calor vespertino, buen almuerzo, muchas fotos y muchas horas compartidas con buenos amigos. Aunque hoy nos faltaba un miembro del grupo. Y felicidad, mucha e intensa felicidad, como en cada ruta.
La ruta de hoy nos lleva desde Sot de Chera al embalse de Buseo. Las tres cumpleañeras nos siguen en el remolque desde la base. Atravesamos Sot y enfilamos el Camí de la Gelosa, una subida de unos tres kilómetros con una pendiente brutal; menos mal que decidimos iniciar la ruta arriba de esta cuesta, pues esto de inicio hubiera sido para enfilar directamente el regreso a casa. Una vez arriba, descargamos en el cruce por el que después regresaremos e iniciamos la marcha.


Una niebla intensa nos oculta las cumbres más altas y nos da una visibilidad bastante baja paisajísticamente hablando; no nos impide ver el camino pero nos fastidia, si esto no remite pronto tendremos que dejar para otra ocasión la ascensión al vértice geodésico de primer orden del Tarrac (921 m) y aplazar su asalto para cuando estemos todos, ya que esto nos “obliga” a volver. El camino para arriba, suave pero constante. Curva tras curva sigue subiendo y algunas rampas se agarran con saña a las piernas que casi no han tenido tiempo de entrar en calor. La pista ancha y en buen estado no nos dificulta de momento la marcha aunque veremos que esto cambiará en el último cuarto de la ruta.

Estamos perfilando la montaña por la base, a través del Camino de la Fuente del Buey, sabedores de que a nuestra derecha y a 200 m por encima, nos observa el Tarrac, escondido tras la bruma y flanqueado desde la base por el monte bajo del Collado Mangranero.

Frente a nosotros lo que se muestra exuberante son los almendros en flor; el olor intenso de sus flores nos embriagan a su paso, mientras los campos se suceden unos a otros de forma interminable con un matiz cambiante en los colores, dándole una particular pincelada de color y alegría al monte.
Comenzamos a cruzarnos con una larga fila de coches de cazadores, esta será la tónica a lo largo de la jornada. A todo esto aun no hemos dejado de subir aunque la rampa parece intuirse finiquitada poco más adelante. En efecto, llegamos a un altiplano que cambia el paisaje, los almendros aquí desaparecen para dejar paso a una pinada no demasiado frondosa y salpicada de carrascas. Poco después un desvío a la izquierda nos llevara a transitar junto a una pequeña laguna derivada del barranco del Regajo, cuyas tranquilas y cristalinas aguas reflejan la calma del lugar.

Remontando su curso y tras dejar La Marjana a la derecha, atravesamos las estribaciones de los montes de la Sierra de Chiva; después el camino discurrirá inmerso en un carrascal fruto de la reforestación posterior a los devastadores incendios de hace años y que aunque grandioso, todavía no atesora carrascas demasiado grandes.

Llegamos a la bifurcación que tomaremos a la derecha, pero antes nos acercaremos a una chopera que veíamos desde lejos y que es la fuente de La Vallesa, zona recreativa perteneciente a Siete Aguas, con mesas de pic-nic y paelleros, muy bien cuidada y con una fuente, ideal como punto de partida para realizar excursiones por los alrededores o simplemente hacer una agradable comida campestre. No nos hemos desviado más de 200 m pero ha valido la pena.



Ahora si que cogemos el desvío correcto para entrar en una zona de pequeños toboganes por el Camino de Siete Aguas y el Camino de Chera. El terreno comienza a empeorar poco a poco pero, el impacto paisajístico de la muela a nuestra derecha y el valle que se hunde inexorablemente a la izquierda, para alcanzar aún en la lejanía el río Reatillo y proseguir hasta el embalse, nos hace olvidar lo bacheado del terreno y junto con algunas bajadas trepidantes, nos sumergen en todo el sabor de nuestro deporte. Antes de emprender la bajada llenamos las retinas con una estampa del valle inundado de almendros en flor, esta estampa ya la hemos visto hoy pero no nos cansamos de contemplarla, belleza natural en estado puro y además gratis. En la ruta que hicimos por el pantano de Benagéber también tuvimos sensaciones similares con el intenso color rojizo de los viñedos; rememorando parece que las rutas cercanas a los embalses nos proporcionan espectáculos extra.

Ahora una bajada en zig-zag hace que trazando casi en línea recta podamos sortear las curvas y ganar esa velocidad que tanto nos llena, el susto vendrá en la última curva pues, la velocidad y la tierra suelta estarán apunto de sacarnos del camino, nada que no solucione un buen golpe de freno que para eso están, además hasta ahora estaban viajando gratis. Para reponernos del susto no hay más que mirar hacia nuestra izquierda; estamos a los pies de un gran campo de almendros en flor, el camino, entre este y la muela queda algo por debajo del campo con lo que la sensación de que llueven flores es total, además la acumulación es tal que semejan vistas de cerca “palomitas de maíz” estallando en los árboles, el espectáculo es sencillamente maravilloso, nos detenemos un momento para observar la estampa con detalle y capturar el momento con nuestra cámara, el silencio del lugar solo se ve amenazado por el zumbido de las abejas que se apresuran incansables a realizar su trabajo polinizador y faena tienen a tenor de lo que podemos ver. Proseguimos viaje esperando de un momento a otro la ansiada vista del embalse, esta no tardará en llegar y resulta tan colosal como esperábamos.




Los acantilados que crecen en el borde del camino nos asoman a un precipicio de varios centenares de metros de caída libre, en lo más hondo el río Reatillo, invisible a esta distancia y escondido entre los recodos que forma en su discurrir por el fondo del valle alimenta poco a poco el pequeño embalse que es hoy nuestro objetivo.

Seguimos pedaleando por el contorno de la Sierra del Burgal que se eleva a más de mil metros majestuosa a nuestra derecha y que nos muestra o esconde nuestro objetivo en cada curva o contra curva. Las imponentes formaciones rocosas y sus caprichosas formas también son en si mismas todo un espectáculo digno de contemplar, piedras talladas casi a cuchillo por la imparable fuerza del tiempo y los elementos, para formar abrigos, cavernas y esculturas con las que pasaríamos horas admirándolas y buscándoles parecidos razonables.


Otro pequeño tramo de rapidísima bajada nos llevara a un cruce de caminos junto a una casa, tomamos a la derecha en subida el camino de los pelaos y al llegar a un giro del camino vemos que el otro camino, el de bajada a la zona recreativa del embalse, dibuja unas curvas enlazadas en herradura que nos dan verdaderas ganas de descenderlo, nos conformaremos con hacerle unas fotos ya que más adelante veremos que ese camino sigue bajando hasta el embalse por lo que otro día planificaremos una ruta que nos lleve por el. Ya se va haciendo hora de reponer fuerzas por lo que ya estamos buscando la parte más elevada de la ruta para el acostumbrado avituallamiento.

Esta se nos presenta en forma de mirador sobre el embalse con un precioso panel de cerámica a modo de centro de interpretación, panel que inmortalizamos con una imagen, lastima la falta de un par de bancos para sentarse a almorzar. Es aquí donde hoy plantaremos nuestra bandera dando por conquistado el altiplano a falta de una cumbre concreta, otra foto de grupo y a hincar el diente. Extasiados en la contemplación del panorama advertimos que el tiempo se nos echa encima por lo que tras un café rápido vemos que es hora de partir.




Desde la altura podemos observar a un grupo de motoristas que bajan hacia el embase y luego se dirigen hacia Chera, por fortuna parecen gente cívica que conducen a una velocidad baja y no degradan los caminos, ya es sabido que nosotros preferiríamos que no hubiesen vehículos a motor por estos lares debido a su impacto en la naturaleza, aunque si su comportamiento es como el de este grupo por mi parte entiendo que también quieran disfrutar de estos parajes, al igual que cuando vemos un comportamiento agresivo lo denunciamos, hoy queremos agradecer este comportamiento por parte de los motoristas que con una conducción suave y con un mínimo de ruido disfrutan y nos permiten disfrutar a todos.
De aquí en adelante el terreno se ira tornando cada vez más hostil hasta llegar en ocasiones a ser casi intransitable, la ciclabilidad en esos tramos será a base de potencia de pedalada y un poco de suerte para no pillar la piedra fatídica que nos obligue a echar pie a tierra. De momento emprendemos un rápido y bacheado descenso que nos alejara del embalse y que bordeando el contorno de la montaña se adentrará en el llano para salvar la depresión del barranco de la Hoz que se unirá al embalse casi en la presa, un desnivel de más de cien metros que nos obligará a dar un rodeo de varios kilómetros que discurren por el camino de Los Pelados y el Camino de la Jara, ya muy cerca del Campillo, y que nos llevará próximos a cerrar un circulo en nuestra ruta de hoy; no lo haremos, por lo que a vista de pájaro nuestra ruta semeja un ocho.




Es en el retorno hacia el embalse por el camino de la Hoz, bordeando la Sierra de Enmedio cuando encontraremos lo peor del terreno que, para acabar de complicarlo será como no, en subida. Vemos al fondo del barranco formaciones rocosas de gran belleza y una en particular a la que denominamos “el barco” por su parecido a una proa dirigiéndose al pantano, petrificada cual estatua de sal emergiendo de un mar de piedra, foto al canto.


Tan petrificados como nuestro “barco” nos quedamos al comprobar que hemos pinchado, no es de extrañar viendo por donde nos hemos metido. Tras el arreglo seguimos subiendo por un terreno similar. Llegamos a fuente Rodrigo, en vista de la hora decidimos parar para hacer una llamada a casa y avisar de nuestra tardanza pues aún no hemos concluido la ruta y hay que volver a la base, hoy llegaremos a comer casi a las 17.00h.

Proseguimos para encontrarnos con un “mirador” sobre el acantilado, unas piedras lisas retando las leyes de la física se sostienen de forma precaria sobre el abismo, asomarse a ellas es todo un reto por lo que; a rastras sobre las piedras nos acercamos hasta donde el valor y la prudencia nos permiten, para asomarnos al vacío que crece ante nuestros ojos y baja hasta el embalse, magnifico.



Una subida más, el camino sigue bordeando la montaña y la pista “asfaltada” de piedras nos machaca las fuerzas pues solo nos queda tirar de potencia.

Llegamos a otro mirador plagado de mesas de obra y con una barandilla de madera separando la zona segura del barranco. Los vándalos también llegan hasta aquí pues la barandilla (o lo que queda de ella) esta toda rota, por lo visto alguien se aburría y ha venido aquí a “divertirse” rompiendo cosas, ¿realmente destrozar cosas es divertido? ¿que harán cuando ya no quede nada que arrasar?, bueno, disfrutemos del paisaje. La presa queda a nuestros pies hundida en lo profundo del desfiladero en el que 300m más abajo está encajonada. Desde aquí no contemplamos la totalidad del embalse aunque sí la isla que quizá es su toque más característico.


Frente a nosotros se alza majestuoso el Pico Rope con sus 1140m. custodiando en cada una de sus vertientes el Turia al norte y el Reatillo al sur. También divisamos el Pico del Remedio en Chelva al igual que el pueblo de Chera a nuestra izquierda y como nuestro punto final de hoy en el pueblo de Sot de Chera hacia el cual nos dirigimos.

Estamos en la parte alta de la montaña y nos queda un desnivel de 100m. para llegar al coche, nos disponemos a hacer un descenso marca de la casa para dejar el pabellón en buen lugar, así que ponemos el marcha el video y nos lanzamos pendiente abajo por el Camino de la Jara-Cazón, sorteando piedras, baches, roderas y todo obstáculo que se nos pone por delante, curveando con habilidad y empujando con las piernas el sillín para recolocar la bici en cada curva, poco antes del final otro campo de almendros en su éxtasis floral nos sale al paso ansioso de aparecer en nuestro video, no es mucho lo que podemos hacer para sacarlo a esta velocidad tal como esta el terreno pero, un golpe de timón en el ultimo momento puede que lo inmortalicemos para siempre, ya veremos al llegar a casa. Ya estamos junto al coche y nuestra ruta toca a su fin, las acostumbradas felicitaciones a los compañeros por tan memorable día de pedaladas no pueden ser olvidadas, tendremos aún una hora de coche para rememorar los momentos vividos y alegrarnos un día más de las intensas horas disfrutadas en plena naturaleza con la compañía de quien sabe apreciarla tanto como merece.