miércoles, 3 de diciembre de 2008

Crónica de la Vía Verde del Serpis.

"Hi ha un punt a totes les serralades en el que es traspassa quelcom com l'aire i allí està el llum interior del diamant."
Eduardo Martínez de Pison. El territorio del Leopardo
La felicidad no pudo ser completa en esta excepcional rodada que nos marcamos el sábado, debido a que no nos pudimos reunir los cuatro integrantes del grupo y, con la ausencia de Carlos nos pusimos en marcha hacia Villalonga, inicio y fin de ruta.

Remolque a punto y A-7 hasta Gandía, y de allí por carreteras hasta el inicio en el camí de la font de la Reprimala. Un nutrido grupo de senderistas de habla inglesa esperan en el parking la llegada de otros compañeros de caminata, nosotros mientras tanto vamos desmontando las bicis del remolque ante la curiosa mirada del grupo.

Nos pondremos en marcha a la par, ellos realizarán la primera parte en coche hasta pasada la cuesta de la Reprimala, ahorrándose una subida importante. Pedaleamos entre naranjos junto al río que se oye cantar entre piedras a nuestro paso en el margen derecho del camino por el que transitamos. Curiosa estampa nos muestra los campos a rebosar de naranjas pero todavía con flor en el árbol, contraste visual y olfativo para ir despertando nuestros sentidos. Vamos comentando la estampa que presenciaremos a no tardar mucho; el ansia contenida de la semana esperando este momento nos ha hecho hacer los deberes e informarnos sobre la ruta, la creciente expectación se alimenta sola y crece como una bola de nieve. Comenzamos la subida en la Reprimala, camino asfaltado que facilita el pedaleo, pero la pendiente se encabrita por momentos, nos tememos otro Montdúver. El río va dejando pinceladas de su discurrir entre la pinada que hemos cambiado por los naranjos. Se riza el rizo y la cuesta trata de impedir nuestro avance a base de porcentaje, por suerte la experiencia nos hace ir al tran-tran y tomarlo con calma; ya se acabará. El asfalto se acaba con la parte más dura de la subida y entramos en camino de tierra, enseguida nos asalta la salvaje vista de una cantera, que por más que sabíamos estaba allí, no asocias con el brutal impacto visual que causa en nuestras retinas. La burrada ecológica que supone este atentado contra toda razón y buen gusto no tiene nombre. Es difícil sustraerse a la idea de que esta cantera está en la parte Este de una de las más grandiosas vistas que hemos tenido el placer de presenciar en mucho tiempo de las montañas valencianas.
Estamos inmersos en el Circ de la Safor.
La cuestión de que en su día se permitiera esta barbaridad por la falta de conciencia ecológica, pase, pero que hoy se consienta la continuidad de esta aberrante explotación es sencillamente escandaloso y denunciable, y así lo hacemos desde estas líneas.
El anfiteatro granítico se abre en abanico desde nuestro punto de vista, subiendo la montaña hasta las crestas recortadas de su cima sobre un intenso azul celeste que las contrasta y las fija en el espacio. Inmenso. No somos capaces de apreciar la grandiosidad del entorno en un primer momento. Seguimos mirando las imponentes rocas y el súbito impacto paisajístico llega como un tren… de repente asimilamos lo que estamos viendo, parece que ya lo habíamos asimilado pero no, es tras los primeros segundos cuando tomamos consciencia del lugar. Lo miramos ahora con otros ojos. No podemos decir con ojos nuevos. El cambio es sublime pero tomamos la dimensión del lugar. La montaña se eleva progresivamente en un ángulo que de repente se hace imposible y crece hacia los farallones de la cima. No somos capaces de distinguir el pico más elevado, todos compiten por ese honor. La muralla rocosa eleva sus torreones cual almenas de castillo. A la derecha se empequeñece entre las colosales rocas La Finestra de la Safor.
El tremendo marco de piedra natural, perfora la montaña y nos muestra ese cielo tan nítido que hoy nos hará deleitarnos en los paisajes durante toda la ruta. Abrumados aún por el espectáculo y después de un millar de fotos, nos ponemos en marcha bajando hacia el río Serpis. Encontramos en el fragor de la pronunciada bajada una curva que nos obliga a exprimir los frenos dejándonos un pequeño susto en el cuerpo. El resto de la bajada sin problemas. Pasamos unos chalets y más abajo la ladera de la montaña se cubre de bancales de roca que albergan una especie de jardín. Millones de piedras pulcramente colocadas en hileras interminables, hacen que vistas desde abajo parezcan una muralla que colapsa la montaña.
Llegamos a la bifurcación que a la izquierda nos llevará al interior del primer túnel. No olvidemos que estamos circulando sobre una antigua vía de tren, el llamado tren de los ingleses, que unía Gandia con Alcoi. Esta ruta, la vía verde del Serpis, enlaza en Alcoi con la vía verde Xixarra, en un itinerario hasta Yecla, y con la vía verde de Alcoi, un trayecto por las inmediaciones del parque natural de la Font Roja.
Este túnel de gran longitud y sin iluminación nos obliga a sacar las luces que teníamos guardadas y colocarlas, pues a pesar de los ventanos que aportan luz natural esta es tan escasa que difícilmente alcanzamos a ver al compañero que nos precede. Los ventanos sirven también de miradores sobre el río que discurre sinuoso al fondo del barranco y que a fuerza de años de golpear la roca, las ha redondeado y descolorido, dejando un paisaje blanco y sin aristas en las piedras. Vemos al otro lado del río una de las antiguas fábricas de luz que antaño se nutrían de la fuerza del agua, hoy solo quedan en funcionamiento dos o tres. Poco a poco iremos pasando por rincones de gran belleza como el Racó del Duc, el barranc de L´infern, la font de la Mola, fábricas de luz o los azudes que alimentaban a esta. Lástima que la poca señalización no indique en muchos casos claramente la ubicación exacta de estos lugares.
Seguimos trayecto con el retraso que imponen las múltiples paradas fotográficas, y es que el paisaje bien merece la pena todas las paradas y más, paradas que por vergüenza torera no nos atrevemos a insinuar a nuestros compañeros. Nuestro reportero tiene hoy ante sí un reto monumental; a fuerza de sprints se adelanta para poder hacer las paradas que su índice, loco por apretar “li botone”, le reclama a cada instante. Nosotros entre risas cómplices, vamos desgranando el paisaje a ritmo de cansino pedaleo que nos permite disfrutar de las excelencias del entorno. Río y más río flanqueado por la montaña a ambos lados y con una vegetación exuberante, que se muestra plena en el desarrollo de la temporada. Las pocas hojas que quedan en los chopos, más ocres que amarillas se mecen esperando la ráfaga de viento que acabe por derribarlas y llevarlas con suavidad hacia el curso del agua que transparente, corre rio abajo.
Más túneles, más montaña, más río, más árboles y paisajes, más de todo… tanto que no sabemos a donde mirar… tanto que nos desborda en abundancia y en calificativos… tanto que nos satura. Hoy no es el tío del Mazo, pero llevamos un peso colgado de la mochila en forma de Stendhal que nos cuesta arrastrar a lo largo de tantos kilómetros. Cruzamos el río para dirigirnos a la otra orilla y seguir con las excelencias de la ruta.
Al poco cruzaremos la divisoria con la provincia de Alicante, ya empiezan a ser costumbre en el grupo estos pasos fronterizos y, de paso nos anotamos la marca de ruta más meridional realizada hasta la fecha. Este es un cañón labrado en el fondo del barranco por el serpenteante Serpis. Frente a nosotros, en lo alto de un risco aparece de improviso imponiendo su figura el castillo templario de Perpuixent, protegido por la grandiosidad de la montaña que se eleva tras él.
El camino pedregoso en este tramo, nos llevará hasta la estación de L´Orxa. Nos reciben un grupo de árboles repletos de hojas amarillas de un color intenso, enfrente en la montaña se alzan majestuosas las ruinas del castillo, como no podía ser de otra manera, una foto de grupo antes del almuerzo que realizamos allí mismo.
Nos ponemos en marcha alejándonos de la ribera del río. El cauce que hasta ahora se encajonaba entre las serra D´Ador al norte y la de Gallinera al sur, se sume en un amplio valle que lo traerá desde el embalse de Beniarrés. El paisaje cambia los abruptos saltos de agua y las playas fluviales por campos de olivos en plena recogida de sus frutos repletos de color. Nos acercamos a Beniarrés para incorporarnos a la carretera que llega al pueblo cuando nos asalta la imponente figura del Benicadell. Las aristas de esta cumbre se alzan mayestáticas sobre la sierra que llena el horizonte, y dibujan pesadas crestas en equilibrio sobre el precipicio al que se asoman. La blanca ermita del Santo Cristo se yergue orgullosa del paisaje que contempla eternamente.
Esta es la imagen del día. Lo sabemos con una rotundidad abrumadora. Y con una pequeña imprudencia, acompañada y alentada por el casi inexistente tráfico de esta carretera, nos ponemos en el arcén para inmortalizarnos con tan magnifica montaña.
Llegamos al pueblo y bajamos a la izquierda hacia Muro, enseguida un camino recto se aleja de la carretera y nos lleva hacia el pantano. Antes de iniciar la bajada nos deleitamos nuevamente con las vistas del Benicadell en toda su inmensidad. Ya vemos la mancha azul de agua sobre el paisaje multicolor de los grises campos de aceitunas y las vides rojas entremezcladas con islas de verde pinar en la ladera del otro lado del lago.
Es aquí, entre las múltiples fotos que estamos haciendo cuando sufriremos el incidente del día. Error de tarjeta en la cámara de fotos. Mucho nos tememos que las más de 200 fotos que atesoraba la memoria digital se hayan perdido, esperaremos a llegar a casa para averiguarlo. Por si acaso, urge reestructurar la ruta y nos planteamos volver por donde hemos venido, así repetiremos en el camino de vuelta y en la tarjeta de la cámara de vídeo, algunas de las fotos para al menos poder documentar la crónica y poder disfrutar de estos paisajes. Bajamos hasta el embalse por una bajada de firme cementado tan violenta que nos hace recordar por segunda vez la bajada del Montdúver. El pequeño y coqueto embalse nos recibe con unas panorámicas impresionantes.
Comeremos aquí mismo, con la vista repartida entre el pantano y el Benicadell del cual no podemos alejarnos pues, nos ha dejado hechizados con su belleza. Mientras comemos, la "nicoleta" va pasando de mano en mano para que cada uno de nosotros hagamos el encuadre que más nos llama la atención de esta montaña. Casi sin proponérnoslo estamos sumidos en una competición fotográfica.
También seremos testigos de un fenómeno cuanto menos curioso: una vibración en la superficie del agua llama nuestra atención. Aparece una línea que al principio pensamos será un banco de peces, pero en línea tan recta que cuesta creerlo, después las ondulaciones del agua en lugar de ser concéntricas como cabría de esperar, son paralelas a esa línea, parecidas al surco que deja una embarcación a su paso pero sin la forma de embudo. El fenómeno dura unos segundos pero nos llama poderosamente la atención, una de las suposiciones es algún sumidero o toma de agua, o incluso algún pez moviéndose bajo el agua, pero la forma de las ondas sigue siendo un misterio, a ver si sale en la foto.
Después del cafelito, recorremos la presa y contemplamos una nueva panorámica de la montaña, no tenemos tiempo de pasar al otro lado del embalse para verlo reflejado en el agua pues, la tarde se nos va a la carrera y tendremos el tiempo justo de llegar con luz diurna al coche y de paso repetir algunas fotos por el camino. Iniciamos pues la subida por otro camino que esperamos sea más benévolo que la bajada que hicimos antes. Lo es. El camino recorre más kilómetros y eso suaviza la pendiente al tiempo que nos muestra otros ángulos del Benicadell.
Volvemos al camino de L´Orxa para iniciar el suave descenso que es este camino en el sentido que ahora lo pedaleamos. Duplicamos el disfrute del sendero ya que no haremos la vuelta por el inicialmente propuesto y que desde L´Orxa, nos llevaría a subir hacia la Serra de La Safor por la vertiente Oeste. En cambio, por el problema de la tarjeta de memoria y por lo tardío de la hora, regresaremos por el mismo sitio haciendo las paradas justas para repetir algunas fotos. En la vuelta nos encontramos con muchos de los caminantes y ciclistas que vimos antes, ellos también de regreso pero en sentido contrario. El cambio de luz y la incidencia de esta en el paisaje, sin embargo, nos obligará a hacer más paradas de las previstas, el paisaje obliga.
La perspectiva también es distinta y realza rincones que antes casi nos pasaron desapercibidos. Aun así, la bajada a favor de la corriente es rápida pues, queremos llegar con luz suficiente al plato fuerte del día. Remontamos la subida hacia el Circ y quedamos nuevamente fascinados con el avasallador panorama.
Muchas fotos después nos lanzamos hacia abajo en una bajada intensamente rápida y divertida por asfalto, toques precisos de freno son obligatorios para matar la enorme inercia que cogen las bicicletas ansiosas de emociones fuertes. También nosotros buscamos la adrenalina a base de velocidad. La inminente llegada hasta el coche nos alienta a seguir pedaleando con ganas de terminar la ruta y poder centrarnos en comentar los exquisitos recuerdos que se agolpan en nuestro pensamiento, y que nos inundan de emoción y alegría por haber transitado por esta impresionante vía verde que nos ha permitido gozar y conocer un poco de estos magníficos paisajes. El saludo a los compañeros no se hace esperar a pie de remolque, con las experiencias aún a flor de piel esperando ser contadas y revividas de camino a casa. Esta noche, en la cena de todo el grupo en honor a la reciente onomástica de Salva, se las contaremos con ansia a las chicas, y le pondremos los dientes largos a Carlos. Hay unanimidad en la necesidad de volver cuanto antes a recorrer este lugar privilegiado de los montes valencianos y de paso, hacer las fotos que definitivamente, hemos podido comprobar con tristeza tras el regreso, que se han perdido para siempre, una mala pasada de la electrónica que aunque rara, a veces puede suceder, menos mal que con la otra tarjeta pudimos suplir al menos en parte, muchas de las imágenes que nos regaló el recorrido. En fin…., lo tomaremos como excusa para regresar a tan espléndido lugar y disfrutar nuevamente de sus excelencias.