sábado, 30 de enero de 2010

Crónica de un estreno. Ruta de La Patá del Puig.

"Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida ." Mario Benedetti

Un cuento de bicicletas

Mi nombre es “Dilin”, soy la menor de tres hermanas, la última de una estirpe de grandes luchadoras… y ahora estoy sola.


Esta es nuestra historia:

Hace ya unos años que nos “adoptaron”. Tuvimos la suerte de seguir juntas las tres, mis dos hermanas mayores gemelas y yo. Fuimos a parar a un buen lugar, desde el Centro-Este francés al Este español más soleado y cálido. No nos podemos quejar del trato recibido; en nuestra primera semana en tierras extrañas incluso nos dejaron en casa sin trabajar por la lluvia, no permitieron que nos mojáramos y nos llenáramos de barro. La siguiente semana si tuvimos que trabajar, nos pusieron un trabajo fácil mientras nos acostumbrábamos unos a otros.

Recuerdo que, en esa primera salida, tuve un incidente que por un momento me hizo temer lo peor; no sabía como iba a reaccionar mi propietario: rodábamos tranquilamente por un campo, delante teníamos un pequeño montículo de tierra, mis hermanas pasaron sin problemas, nosotros íbamos enganchados y casi sin velocidad intentamos subir, ya casi arriba la inercia no dio para más y me asusté levantando la rueda delantera, con la inexperiencia de ir calado, mi propietario no tuvo tiempo de soltar las calas y cayó al suelo, una caída tonta sin más consecuencias pero, como aún no lo conocía no sabía como iba a reaccionar. El incidente no fue a mayores y quedo en eso, una broma con la reírse de cuando en cuando al recordarla. Poco a poco fueron exigiéndonos más prestaciones acorde con lo que habían pagado por nosotras. Iban conociéndonos mejor y nos exigían que diéramos el máximo. Nosotras estábamos agradecidas por seguir juntas y contentas por como nos trataban; incluso nos limpiaban después de cada día de trabajo; por lo que oíamos a otras compañeras cuando salíamos por el “riíto ese” y las veíamos de lejos, otras no tenían nuestra suerte.

También nos mantenían los componentes en buenas condiciones para que pudiéramos hacer nuestro trabajo en condiciones más que aceptables, así que sin queja ninguna dábamos en cada salida todo lo que teníamos. Bien es cierto que muy pronto una de mis hermanas mayores, Marta, empezó a tener problemas de salud y sus lamentos empezaron a molestar a su dueño. Por más que intentamos calmarla dándole ánimos seguía quejándose. Fueron momentos duros los que vinieron a continuación. Su dueño estaba descontento con ella, más que con ella, lo que quería era que se curara y la llevó a nuestro médico en más de una ocasión. No daban con su enfermedad. Mientras tanto seguíamos con las salidas de los sábados. Cada vez por un sitio distinto.
Después de tanto tiempo encerradas en las cajas y metidas en un almacén, estas excursiones nos daban la vida. Paseamos junto a ríos, embalses e incluso el mar. Subimos toda clase de montañas, desde lomas sin nombre a verdaderos colosos en altitud y porcentajes. Paseamos por arboledas y jardines, y caminos envueltos en vegetación de evocadores aromas.
Tuvimos diversión de la buena en zonas rápidas de toboganes y en bajadas trepidantes que nos exigieron sacar lo mejor de nosotras mismas, incluso a veces llegando hasta el “límite” de nuestras capacidades, y aun así llevándonos el trompazo por ellos. Nos “comimos” piedras y roderas que ni ellos se imaginaban que lo haríamos, sacamos “brillo brillo” a los frenos en situaciones límite contra todo pronostico. Cruzamos ríos y charcos malolientes, pero también cruzamos la noche estrellada y plácida, gozando de sus sonidos amortiguados por la espesura negra e infinita.

Pasamos calor y frío, aguantamos la lluvia y la nieve, el polvo y el barro, el viento y hasta algún que otro incómodo petroleado. Pero mi hermana seguía con sus dolores a juzgar por sus quejidos. Fue llevada incluso a hospitales de máximas garantías en varias ocasiones, y nada, no sabían lo que tenía. En alguna de esas visitas hospitalarias, mientras estaba ingresada, tuvimos que compartir ruta con sustitutas desconocidas de las que no acabábamos de fiarnos, tan “fashion” ellas con sus componentes a la última.

Las rutas iban creciendo en intensidad en todos los sentidos: paisajístico, de carga emocional, de dificultad. Nuestro comportamiento valiente y ejemplar nos valió el reconocimiento de nuestros dueños que empezaron a valorarnos muy positivamente. Con el tiempo comenzaron a hacernos muescas y más muescas en el sillín, tantas hicieron que al final ya no cabían y empezaron con la tija, afortunadamente eran muescas virtuales y no reales, si no, no habrían aguantado las tijas de tantas que había. También nos cargaron con piedras “verticiales” que según decían los mantenían en contacto con las montañas incluso de vuelta en casa. Por mi parte, después de un tiempo cambié mi residencia y ya no vivía con mis hermanas. Eso no hizo que perdiéramos el contacto ya que nos seguíamos viendo todos los sábados. Mi dueño me sacaba también algunos días entre semana así que yo estaba muy contenta. Después mi otra hermana, Raquel, también se puso enferma y empezó a quejarse, con el tiempo también yo caí enferma y los lamentos y quejidos los teníamos indistintamente unas u otras. Pero eso no hizo que dejáramos de salir de ruta.
Marta, la más enferma de las tres, se sometió a un implante de cuadro que durante algún tiempo la curó, pero volvió a recaer aunque no tan grave como antes. Luego se nos unió Oréades, la más nueva pero la mayor, o al menos la más grandota de todas, como también era francesa nos entendíamos perfectamente. La tuvimos que aleccionar sobre lo que le esperaba, pero su dueño, no nos dejaba que le diéramos consejos, siempre que podía se alejaba por dejante de nosotras, el “torito” como le llamaban, siempre iba delante pasando de nosotras.
También nos llevaban de paseo en un carro hecho a medida para nosotras cuatro. Nos ponían detrás del coche y nos llevaban lejos sin cansarnos, al menos eso nos servía para estirar un poco los cables de cambio y calentar discos y neumáticos antes de empezar.

Nos calentaban a base de bien en subidas interminables, pero ellos tampoco se quedaban atrás; trabajaban tanto como nos hacían trabajar a nosotras. Nunca nos exigieron algo que ellos no estuvieran dispuestos a pedalear. Pero los calentones de verdad nos los pegaban bajando. A veces nos metían por sitios difíciles de verdad, y a velocidades que si no estábamos atentas nos harían acabar con el cuadro por los suelos. Y así poco a poco empezamos a oír que nos querían cambiar. Nuestras enfermedades no se curaban definitivamente y por miedo a que nos rompiéramos se plantearon cambiarnos. Yo, que me había hecho mayor de edad con ellos no podía creer que fuéramos a terminar así. Mis hermanas, tan solo un par de tallas mayores que yo y ya se las consideraba “viejunas”. Empezamos a ver en la base; que es la casa de mis hermanas, bueno mejor en el R.C., el rincón de la cerveza como ellos dicen, unas revistas de bicis guarras; allí estaban ellas enseñándolo todo y prometiendo hacerlo todo mejor que nosotras, eran americanas, y claro, el glamour las rodeaba. En poco tiempo pasamos, de ser el no va más a meros instrumentos que utilizar en sus salidas, en cambio las yanquis eran ya las niñitas de sus ojos. Mi dueño creo que me tenía más cariño que los otros a mis hermanas, él no se fijaba tanto en las guarras aquellas allí abiertas de ruedas y con las suspensiones al aire. Quien me iba a decir a mí que aquella foto camino del Ropé iba a ser nuestra última foto juntas.
Así que un viernes de enero de 2010 y con luna llena, vinieron las americanas y les quitaron a mis hermanas sus ganchos en la pared.

Nunca volveríamos a compartir ruta las tres hermanas y la pequeña Oréades, a la que al final habíamos adoptado como hermana pequeña y una más de nosotras. Al principio yo estaba enfadada por haber dejado a Marta y Raquel fuera de juego. Estaba enfadada con sus dueños por haberse desprendido así de mis hermanas, que eran el último vínculo de pedal que corría por mi cuadro y que me quedaba con mis antepasados franceses; y odiaba a las novatas que habían llegado para ocupar su lugar, lo pagarían caro.
Quería meterles cuneta a ellas y a sus satisfechos dueños por aquel desplante. Pero mi dueño me habló mientras me limpiaba las heridas de la última rodada y me hizo comprender que eso era ley de vida para una bicicleta. Mis hermanas, la última vez que estuvimos juntas, me dijeron lo mismo, e incluso me dijeron que ellas no guardaban rencor ni a sus dueños, que las habían querido como a autenticas bicicletas suyas, ni a sus sucesoras, que por lógica, acabarían de la misma manera tarde o temprano; siendo simplemente carne de mercado de segunda mano, o con suerte, bici de sustitución y así seguir en la base por muchos años, eso sí, en el banquillo. En contra de mis deseos me hicieron prometer que mientras siguiera en activo, lo que me hizo pensar el porqué de que yo no hubiera sido sustituida, sería la maestra de aquellas novatas. Que les enseñaría todos y cada uno de los caminos y que las enseñaría a esquivar las peores piedras y roderas, que les abriría camino en las bajadas para que así pudieran disfrutar e integrarse en el grupo lo antes posible. Mis hermanas me llamaban a liderar, junto con la “baby” del grupo, a Roda i Pedal. Ese orgullo y la promesa a mis hermanas me hicieron aceptar el desafío. Aquello iba a ser una lucha de poderes entre las sofisticadas yanquis Dafne y Circe, y las adaptables todo terreno europeas, nadie conocía como nosotras los caminos por donde íbamos a rodar. No sería fácil ponerse al frente del grupo, pero por mis hermanas y por mis cubiertas que lo iba a intentar.

Y llegó el día de ponerse al frente de las máquinas metálicas o “burras”, ya que soy la líder le pongo a “mí” grupo el nombre que quiero, así que derivado de mi propio nombre pues eso, burras. Llegué a la base y vi a mis hermanas casi tiradas en un rincón, sus aposentos estaban ocupados por las yanquis. Casi ni me saludaron, un poco avergonzadas por su estado siguieron cabizbajas, en cambio las nuevas se mostraron altivas desde lo alto de sus ganchos. Oréades si me saludó efusivamente, creí entender que había pasado una mala noche aguantando a aquellas novatas. Si, ya sé lo que me dijeron, pero se me hacía muy difícil tratarlas de forma amigable e intentar que se integraran, dime rencorosa, pero es lo que había. Para hoy se había planificado una ruta facilita para que unos y otras se fueran conociendo e integrando. Facilita, si si, una mariconada diría yo. Pronto quedó claro que las veteranas trabajábamos en grupo e íbamos a dejar bien claro como funcionaba aquello. Hoy la baby casi no se ha ido para adelante a la mínima oportunidad, hoy íbamos biela con biela marcando el territorio. Nada más bajar al “riíto ese” ya estaban ellas diciendo que si cambio muy bien, que si las suspensiones se lo comen todo, que si los frenos progresivos… en fin. Nosotras riéndonos de tanta pijotada y mariconería.
Venga nenas poneros a lo que estamos que tenemos mucho tráfico de frente y a ver si os coméis a alguien. Je je, sacando galones. Pelotones de bikers que casi eran hordas nos venían de frente continuamente, esto es imposible, ¿ya han empezado a planificar el desdoblamiento de este camino? Llegamos al parque de cabecera y a estas alturas, después de haber ido esquivando obstáculos ya hemos hablado unas cuantas veces, parecen majas, un poco pijas pero majas. El jardín del Turia en Valencia tan atestado como siempre, al menos aquí tienes más alternativas de carril por donde ir y el paisaje es algo más ameno. Nosotras no nos quejamos, ya sabemos que al menos esta es la parte divertida de la ruta, se lo decimos a las nuevas y casi podemos ver la cara de espanto que ponen al pensar que hoy no podrán lucirse como ellas creían. El carril bici por la avenida de Aragón hasta llegar al carril bici de la vía Xurra, lo hacemos todo lo rápido que permiten los numerosos cruces y semáforos que encontramos. Luego la vía Augusta, con sus cruces de carreteras y el carril muy estrecho en algunos tramos se hace bastante monótono. El paisaje de huerta es bonito la primera vez que bienes, luego, cuando lo conoces ya no tanto, eso si, cambian los cultivos aunque nos sigue acompañando el fuerte olor a fertilizante. Luis y Salva van flotando como en una nube, ellos dicen que flotan sobre sus “fox float”, que tontos están.
Poco a poco se me va pasando el enfado con ellos y con las novatas, hablándolo con mi hermana adoptiva, ya no tenemos ganas de meterles cuneta, ahora que ya hemos echado unas risas lo que queremos es meterles algunas puyas más y hacerles ver que, aunque las aceptemos, nosotros somos las “abuelas”, como se dice en la mili. Llegamos a la cota del día. La Patá del Puig. La loma se eleva tan solo 55 metros sobre el mar, pero la poca distancia en la que hay que subirlos hace que las rampas sean aceptables. Carlos tampoco nos acompañó cuando vinimos, menos mal que entonces no le quitaron el carnet del club que si no estaría lidiando sola contra las novatas. Como soy la única que conozco la subida, les digo lo que hay sin guardarme nada de información, esto va en serio y el trabajo bien hecho es lo primero. Subimos sin dificultad, no la hay si quien pedalea está acostumbrado a subir montañas. Durante el almuerzo hacemos blanco de nuestras bromas a Dafne… que si vas hecha unos zorros, que mira que si te cae resina del pino, que si tienes una peladura en la pintura, que si te meto bota en el cambio, etc. Ella se lo toma mejor que su dueño, que en algunas ocasiones nos manda A.T.P.C. bueno a ellos, nosotras hablamos más bajito y no nos oyen.
Luego de inmortalizarse todo el grupo junto a la cruz, les hacemos la foto de carnet a las novatas con sus sonrientes dueños allí pasmados sosteniéndolas. Iniciamos la bajada, me pongo al frente y les muestro la trazada. 185s voy a necesitar yo para frenar. Freno como una campeona y sin despeinarme, será que se me pega algo de mi dueño. La bajada del puente del tren también la hago a tope y me marco unos “jump” sintiéndome en plena forma y para divertirme, hoy traía un poco de tensión acumulada y, ahora que ya se me ha pasado, voy a disfrutar un poco de los pequeños placeres que brinda esta rodada. Volvemos por el mismo carril bici por el que hemos venido. Se nos ha hecho un poco tarde, si no igual podríamos haber vuelto por la playa, incluso siendo un poco más largo el camino y con la parte roñosa de las piedras, hubiera sido infinitamente más entretenido y vistoso que este, pero el R.C. espera inquieto a oír el relato de la jornada, y las cervezas estarán saltando en plancha desde la nevera, espero que lleguemos a tiempo de cogerlas en plena caída. Un poco más adelante tenemos el “huy” del estreno:
Dafne empieza a sentirse mal, también son muchas emociones para ella, pobrecita. Se queja del desviador. No es que le duela, es como un roce con el plato pequeño puesto. Allí me tienes a mí a ver si la puedo ayudar… cuanta razón tenían mis hermanas al decirme que no me enfadara con ellas, que estaba predestinada a ser la líder. Debe ser falta de tensión y acople de los componentes, cuando el cable del cambio esté en su sitio seguramente ya no le rozará, mientras tanto le digo que intente tensarlo con la rosca del puño del cambio. Eso no le soluciona la rozadura, podemos ajustarle un poco el tornillo interno del desviador, pero como puede solucionarlo con los otros dos platos prefiere seguir adelante. Conforme nos acercamos a Valencia notamos que el tráfico es más intenso en estas horas del mediodía, así que atentos al cruzar los semáforos.
Luego río hasta el parque de cabecera, desde allí las llevo a nuestro primer camino antes de que estuviera terminado el parque natural del Turia, y por allí a las huertas de Paterna que tan poco tiempo hace rodé con mis hermanas. Llega la hora del “endavant”, aquí les metemos caña a base de bien, ellas aún no saben encontrar el punto de desarrollo justo para este sprint, ya irán aprendiendo. Ya solo nos queda llegar a la base y dejarles tiempo para acicalarse y estar presentables esta noche para su presentación. En fin, después de contaros como me sentía ayer por la noche cuando supe que mis hermanas ya estaban retiradas, he sentido que hoy al volver a salir a rodar, he encontrado nuevas ilusiones y como siempre mucha diversión. A pesar de mis primeros pensamientos, siento que este el principio de una buena y gran amistad, espero que larga, aunque sé que algún día me llegará mi hora, mi dueño me cambiará, como es normal por otra bici más nueva. Pensándolo bien ni me acuerdo de a quien retiré yo en su día.


Track en Rutes de Roda i Pedal

sábado, 16 de enero de 2010

Crónica Embalse Loriguilla-Pico Ropé (la segunda transpantanaica)

"¡ Con que gracia exhibia sus pálidos rubores el claro Monte Rosa, primor allí colgado, y, en tímido bosquejo, mil valles a su falda, y nevados hocinos bajo el aire dorado!." Tennyson

La última rodada del 2009 por lo visto pasó factura, y el rutón previsto para inaugurar el 2010 se resistía y se tuvo que anular (no por los resfriados y virus estomacales varios, que los hubo; sino que ya estaba anulada por otras razones de peso que no vienen al caso), dejándose para la segunda semana de enero “si el tiempo lo permite”, tal y como reza el argot taurino.
Así que como toreros solos y valientes a puerta gayola, allá que nos fuimos Luis y Kike el primer fin de semana del año a demostrarles a los caminos que al menos, parte del grupo seguía activo en este inicio de año. Con las máquinas rodadas y comprobando que los turrones no les habían afectado más que a nosotros, le dimos la semana pasada en el R.C. un repaso a la ruta del Pico Ropé que teníamos en mente. Pero aún no estaba dicha la última palabra. La cruel climatología, aliada con todo lo habido y por haber, nos tuvo en vilo toda la semana con la constante lluvia que, sin ser muy fuerte si iba dejando los caminos encharcados. Por fin el viernes amaneció seco pero con una nevada importante incluso en Manises, y sobre todo en Riba Roja.

Desde mi humilde morada, veía que la cumbre que se asoma entre las fincas desafiándonos solo dejaba ver su blancura.
Alguien debe de estar riéndose allá arriba viendo como nos desesperamos por no poder hacer como merece el estreno del año, así pues la cosa estaba clara, otro aplazamiento a la vista.
Para apaciguar un poco los ánimos, hicimos una salida ya el grupo en pleno por el río hacia Santa Bárbara, la tónica durante todo el camino fue el impresionante telón de fondo que ponían las montañas nevadas a nuestro alrededor cerrando el horizonte.
El frío, en consonancia con el gélido paisaje, debió desanimar a más de un biker, pues nos dejaron el “riíto ese” para nuestro “casi” pleno disfrute, solo destacar que a la vuelta, (y ya son varias semanas) se nos pega gente a rueda que ni come ni deja comer. Si al menos estos acercamientos se hicieran con un poco de educación y un “buenos días” serían del todo tolerables, pero si alguien que no conoces se “inserta” en medio del grupo durante la mitad del camino y casi te mete cuneta, eso no mola. En fin…, que a la mínima que podamos nos saldremos del río otra vez.

Y por fin llegó el gran día, pero eso sí, no sin haber estado otra semana más que pendientes de la climatología y sus previsiones.
Salimos prontito de la base con el remolque cargado de ilusión por esta ruta que les había vendido como espectacular a mis tres compañeros de grupo. Mis incursiones por la zona el pasado verano y de nuevo hace un par de meses, me habían hecho descubrir rincones y parajes de sobrecogedora belleza paisajística, y la demora para hacer la ruta solo ponía un puntito más de expectación.

Llegamos al embalse de Loriguilla según el horario previsto y teniendo nuestro objetivo, que aún muestra algunas pinceladas de nieve, de frente durante todo el viaje.


Dejamos la CV 35 adentrándonos en un tramo que deberemos remontar con las bicis en breves momentos, a fin de poder descender hacia la cola del pantano más allá en Domeño. Desde allí, iniciaremos la ruta paisajística por el camino que han abierto los de la CHJ para el acondicionamiento del canal principal del Turia, canal que lleva las aguas desde el embalse de Benagéber hasta las zonas de regadío en el Camp de Turia; este canal ya lo recorrimos en la ruta de Olocau-molino de Gátova-Tristán
(http://rodaipedal.blogspot.com/2009/04/cronica-olocau-molino-de-la-ceja.html) a mediados del año pasado.Remontaremos el río Turia hasta La Puente Alta, lugar elegido para la parada del almuerzo.

Dejamos atrás los restos de Domeño y la gran cascada que se ve desde la carretera y nos adentramos en el camino. Este tramo de sendero es a mi juicio, uno de los trechos más bonitos de los alrededores. Las vistas aéreas que de él ofrecen las montañas cercanas son impresionantes, pero un paseo a pie de río acompañados por el rumor del agua en su constante pelea con las piedras que salpican su curso junto con los sonidos del viento enroscándose en la vegetación y arboleda, dan un plus de serenidad a este sendero completamente llano que se encajona entre montañas que parecen construidas piedra a piedra. Los tremendos muros de “La Cerrada” alcanzan alturas vertiginosas y el “enladrillado” de sus paredes parece obra de celestiales arquitectos.

Pasamos junto a una pequeña catarata que forma uno de los aliviaderos del canal; el agua desplomándose mansamente por la ladera de la montaña en finos hilos de plata, alegra la vista tanto como el rumor de esta rompiendo contra la roca el oído. Las fotos no se podían hacer esperar más y saltan a la cámara en manos de nuestro reportero gráfico. Seguimos pedaleando junto al río en lo que vendría a ser una prolongación del parque natural del Turia. Los árboles desnudos de hojas mecen sus ramas al viento que contra todo pronóstico nos amenaza con su presencia.

Llegamos a la zona recreativa de las Riberas, cruzamos el río y giramos a la derecha; a la izquierda se inicia el ascenso hacia la balsa de cargas, pudiendo continuar el ascenso hacia la zona del Alto y empalmar con el camino de las Marianetas por donde pasaremos nosotros después. A lo lejos entre la “V” que dibujan las montañas, se ve el camino del Tiñoso con su tremenda subida desde puente Barraquena. Dejamos atrás una fuente en desuso y lo que parece un aljibe. Al otro lado del río se ve la carretera como serpentea en su subida hacia Calles, y la montaña nos muestra una cueva muy por encima de nuestra posición; “click-click”.

Más adelante dejamos el camino principal que llega al área recreativa para ir por el sendero que bordea el río y pasar la pequeña garganta entre la montaña y el cauce del Turia. Este estrecho tramo es una verdadera joya paisajística, haciéndonos pensar por un momento en panorámicas propias de otras regiones más septentrionales.

Enseguida desembocamos en la inmensa zona de recreo de la Puente Alta. La espesa pinada oscurece el día en su interior. Los sonidos se amortiguan por lo espeso del follaje y la pinocha tendida a nuestras ruedas a modo de alfombra vegetal se despliega a nuestro paso. El refugio en medio de la zona ofrece una protección contra las inclemencias meteorológicas y un buen lugar donde descansar después de un paseo por los alrededores.

Llegamos raudos hasta la fuente y su nuevo emplazamiento (antes estaba junto a los árboles al otro lado del canal de desagüe), para tener una vista excepcional del puente ante la garganta del Turia que es lo que da nombre a la zona. Subimos la rampa más dura y corta de la jornada para llegar a la carretera. Giro a la izquierda hacia Jórgola que es el lugar que sobre la marcha hemos decidido definitivamente para almorzar y quitarnos un tramo de subida antes del ágape.

Poco después, pasamos el albergue de Tuesa y el puente sobre el barranco del mismo nombre dirección a Jórgola y Mazcán. Enseguida encontramos el ritmo de subida, ya que la pendiente nos muestra sus cartas en lo que será la tónica de ascenso en muchos kilómetros por delante. Dejamos atrás los tubos del canal del Turia y seguimos con la constante e inmutable subida.
Es hora de almorzar y entablamos un pequeño pulso sobre la distancia que queda hasta fuente Jórgola, juego con ventaja, así que les gano la apuesta y de paso un punto de la credibilidad que me tienen socavada.

El viento comienza a mostrarse cada vez más impetuoso conforme ganamos altitud, así que decidimos internarnos en la zona de acampada en busca de un refugio contra su fuerza. Lo encontramos junto a uno de los paelleros con vistas a los antiguos corrales. Almorzamos ligeros y seguimos camino ya que el tiempo apremia.
Vienen ahora las rampas más duras de esta parte de la ascensión. No son nada del otro mundo, pero la inclinación que traíamos se ve un grado alterada, la digestión la haremos a golpe de pedal, no hay otro remedio. El curveo por la montaña nos deja una visión completa de la zona de acampada y la sierra de Peña Palacio cerrando su lado Oeste y ocultando tras de sí las alturas del Tiñoso o Cerro Alonso.

Ascendemos a buen ritmo, controlando las pulsaciones incluso en este tramo más complicado. Subimos bien, hasta nos permitimos el lujo de ir charlando durante el ascenso. Lo peor es la larga distancia de subida, ya que las rampas no son duras y se suben a tren sin mayores complicaciones.
Terminamos este tramo durillo junto al desvío de Las Marianetas. Nosotros seguiremos recto para entrar en la zona más arbolada de la ruta y de paso tomarnos un pequeño respiro en el desnivel. Será efímero pues enseguida la ruta retoma su empecinado camino ascendente. Observamos a nuestro paso las consecuencias del viento de estos días pasados, el cual ha hecho estragos por esta zona. Muchos árboles rotos y casi todos ellos mostrando sus ramas abiertas y despeinadas por el vendaval.

El barranco del Lobo es un reducto de árboles de mayor tamaño; toda esta zona se ve salpicada de “criaderos” de pinos, tan juntos que parecen plantados unos sobre otros. Carlos a puesto la directa hace un rato aburrido de nuestro ritmo cansino, sosegado o de “basta ya de tanto subir” y nos espera en los cruces de caminos para no perderse. Dejamos a la derecha el desvío a fuente Mazcán y encontramos otro repecho; al acabarlo nos sale por la derecha el camino de Benagéber, el Cubo o la Capitana para aquellos que conozcan esta zona desde el Collado de Nieva. Vemos a unos 100 metros el desvío que tomaremos hacia la izquierda y que nos conducirá hacia el Pico Ropé; a la derecha iríamos hacia Villar de Tejas y fuente Chelva, pero eso será tal vez en otra ocasión.
Estamos en la partida de El Llano, una planicie a unos 950 metros de altitud por la que discurre el camino de Chelva a Sot de Chera y que va pegado a la ladera de la cordillera en cuyo vértice occidental se eleva el coloso del Pico Ropé.
La fuerza del viento nos empuja hacia nuestro destino con fuerza, por una vez en toda la jornada tendremos esta pequeña ayuda, ojala dure, pensamos; pero lo más significativo del tramo son las soberbias vistas de que disfrutamos. La Calderona en toda su longitud se perfila en la distancia, justo al Norte el Pico Remedio flanqueado por los molinos eólicos de la zona de Villar del Arzobispo a un lado y las cumbres nevadas de Javalambre al otro, aunque los molinos de viento también estén presentes en este campo de visión. Hemos llegado por fin a la altura donde veíamos aquellas pequeñas islas de nieve salpicando la montaña, más que nieve es hielo quebradizo entre el calor de nuestras manos al palparlo.

Seguimos para encontrar pronto el inicio definitivo de la subida al Pico Ropé. El camino surge junto a unos grandes pinos que se elevan a la derecha. El camino está en peor estado que este que venimos transitando y peor que cuando lo subí hará un par de meses. Las rampas son algo más pronunciadas que las que hemos ido encontrado hasta este instante, pero no nos sacan de punto en ningún momento, persistiendo en el esfuerzo a pesar de que este empieza a hacer mella en nuestras piernas más por la acumulación de kilómetros en subida que por la propia dureza de las rampas. Lo malo del asunto es que llevamos muchos kilómetros de continua ascensión y eso se acaba notando en la musculatura entumecida por el esfuerzo, todo ello sin contar con el azote del viento que no cesa y nos hace percatarnos casi de repente, de que llevamos también mucho rato luchando contra él.
El gran problema de esta ascensión es que llevamos mucho tiempo pedaleando en la misma postura, no hay descansillos del terreno que nos permitan cambiar la posición o levantarnos para pedalear o tener alguna bajadita que permita recuperar la musculatura, es una subida constante y encima con el viento en contra, así que ahora se junta todo de golpe y la fuerza mental y de piernas es lo que nos hace tirar para adelante, eso si, como una procesión vamos desperdigándonos a lo largo de toda la subida. Allí arriba esta Carlos esperándonos para saber que camino coger de las 3 posibles alternativas. Salva y yo llegamos juntos, Luis lo hace enseguida, sin darnos casi tiempo ha hacer la foto del lugar. Nos agrupamos resintiéndonos del dolor de riñones. Mi lumbalgia que apareció ayer de repente y me ha hecho dudar hasta esta mañana de si por fin se hacía la ruta o no, no me permite pensar en el dolor de riñones, quiere toda la atención para ella, me he adaptado bien a esa posición “aerodinámica” sobre la bici y cuando intento bajarme algo me dice que mejor me quede donde estoy.
Encaramos el tramo final que nos llevará hasta el vértice geodésico que marca el punto más alto del Pico. El viento recrudece su empuje y parece querer impedirnos la llegada a la cima, pero no puede con nosotros y la coronamos uno tras otro. Tras la tradicional foto de grupo junto al mojón, nos disponemos a disfrutar de las panorámicas. Enseguida localizamos Les Rodanes y tras nuestras montañas vamos, poco a poco, formando el mapa geográfico de alcance visual. Espectacular; La Albufera; la dehesa del Saler es el cordón de tierra entre esta y el mar, el Montgó, el rey Montdúver, la Serra de Aitana, el Benicadell, lo que intuimos pueda ser el Caroig resulta ser visto después en el mapa, la Serra Palomera entre Ayora y Carcelén en Albacete.
En las cortas distancias vemos asomar una pequeña porción de las aguas del embalse de Buseo, al otro lado el barranco de la Hoz; lo vemos en perpendicular a nuestra posición pudiendo seguirlo casi hasta su inicio como cuando lo bordeamos en otra de las rutas recorridas. Hacia el Nordeste también asoma una porción de las aguas del pantano de Loriguilla por lo que, visto desde aquí arriba, esta ruta podría perfectamente ser otra Transpantanaica.
A nuestros pies crece una intrincada red de caminos y barrancos que desaguan en uno u otro pantano; la nikoleta está que no para. En definitiva un abanico visual inacabable e indescriptible; tantas cosas que ver que alguna se queda sin nombrar, quedará para el recuerdo, y que nos obliga a tomar asiento para poder disfrutar un rato de él. Alguna foto dejará inmortalizado nuestro paso por una cumbre que se lleno de nieve para impedir nuestra muesca de sillín, pero no lo consiguió; nuestra paciencia fue su perdición.

Nos toca volver hasta el cruce y coger el primer camino a la izquierda, un camino desdibujado por el escaso transito que debe tener y que hace que el firme esté no roto, si no triturado. Algunas manchas de nieve pueblan el camino y serán, con el tiempo, un obstáculo más que podremos decir que hemos superado a lomos de nuestros caballos de acero. Pero lo peor lo encontramos en los tramos de fuerte bajada por un camino minado de piedras sueltas que intentamos esquivar entre las acometidas del viento. No en vano este camino recibe el nombre de majada de los borregos, eso parecemos nosotros, cabras montesas, y lo digo para suavizar un poco el término.

El pequeño tramo en cuestión lo superamos bajando de la bici, mejor echar pie a tierra que todo el cuerpo en un batacazo monumental. De pronto nos asomamos al barranco del agua, el camino discurre en ciertos tramos tan pegado a este que si nos despistamos en la observación de las magnificas vistas que ofrece las veremos demasiado de cerca. Así que ojo avizor hasta las ineludibles paradas fotográficas.

Tenemos justo encima el pico de las Nieves o del Tío Gaspar o Cinglo Ancho, cualquiera de estas denominaciones es válida para esta montaña que tiene mayor altitud que el Ropé al igual que el pico 5 Pinos que con sus 1177 metros es la mayor altura de esta meseta, pero el Ropé o pico Chera tiene la peculiaridad, a parte de su forma, de estar en un vértice de la montaña y no integrado en ella, lo que lo hace más representativo.
Las caprichosas formas de las rocas confieren una singularidad especial al paisaje, también se dejan ver algunas corralizas encaramadas en lo alto de lomas tan inaccesibles que parece se hayan construido solas. El camino hace algunos repechos por lo que parece que no arranca a bajar del todo hasta que, pasadas unas antenas, se une al camino de los 5 Pinos. Ahora si que es una bajada en toda regla, pero ahora la dificultad está en las roderas hechas en el camino por las ruedas de coches o camiones cuando el terreno estaba embarrado. Vamos sorteando estos obstáculos mientras disfrutamos de una veloz bajada hacia las Cuevas de la Garita. Dejaremos atrás los restos del castillo que a vista de pájaro solo mantiene en pie 4 paredes.

Ya desde la carretera que entra al pueblo, las cataratas son visibles, pero tan solo un centenar de metros nos separan de ellas así que allá vamos, subiendo por un camino estrecho que nos hace pedalear mientras mantenemos el equilibrio junto a una barandilla de madera. El paraje es precioso. El agua se precipita desde una altura considerable creando en las rocas de abajo un manto de musgo que amortigua su dura caída. Hay una escalera que sube hasta la cueva y pasa por detrás de la cortina de agua, bajando por el otro lado, hasta un pequeño puente de madera que, a modo de mirador espera el paso de la corriente.
A estas alturas íbamos tan mal de tiempo que no pudimos deleitarnos demasiado en recorrer este paraje para su disfrute, ni siquiera tuvimos tiempo de descansar un poco tras el café; esta vez, con su sabor amargo en la boca pusimos en marcha nuevamente las máquinas en una bajada trepidante hacia Chera. Pasamos junto a un restaurante casa rural y atravesamos el pueblo. Una hoguera de Sant Antoni nos saluda al igual que el año pasado en Chelva. Hoy hace un año justo que subimos al Pico del Remedio (http://rodaipedal.blogspot.com/2009/01/crnica-por-el-tuejar-al-remedio.html). Estos dos picos emblemáticos de la Serranía rivalizan en protagonismo cada uno a un lado del curso fluvial del Turia que sirve de frontera y marca el radio de influencia de cada uno de ellos. Salimos del pueblo por el camino de Ropé, pasamos por la fuente seca y abandonada de la Arcolla, junto al barranco del mismo nombre que lleva sus aguas desde el mismo pico hasta el embalse de Buseo. Comienza otra subida, después de la comida no es lo que más nos apetece, pero es lo que hay. Superado el cerro del Altanar surge un camino a la izquierda que se remonta hasta el refugio de el plano, antes pasa junto a la fuente de el Saltillo, precioso paraje rodeado de arboleda y casi puesto de rodillas a los pies del pico Ropé que se eleva cual coloso pétreo convertido en la proa de la montaña.

Observamos su preciosa orografía casi con reverencia, empequeñecidos por la magnitud de la montaña. Desde el plano la bajada hacia el pantano de Loriguilla es casi continua, o al menos esa es la sensación si sabes que en nueve kilómetros vas a descender nada menos que 400 metros. Pero la dura realidad hace que los caminos de las montañas sean, a veces, inescrutables. Desde el plano cogemos el camino de Cubillas a la derecha, primero sube y luego empieza una trepidante bajada. Nos encontraremos con que una parte de esta “bajada” resultará ser subida, no es que sea una subida dura ni larga ni nada de eso, es que ya estamos hasta los mismísimos de estar subiendo todo el día y de no encontrar ninguna bajada en condiciones de poder disfrutarla quemando adrenalina. Para colmo la mejor bajada que encontramos, es también la que nos depara el susto del día. Luis va como loco persiguiendo el track que tiene la “martita” en su memoria electrónica, Salva intenta que no se le escape más allá de poder oír su respiración, Carlos no quiere ser menos y se pega a rueda, y yo desde detrás veo como la cadena de mi predecesor casi arrastra por el suelo con el inminente peligro que ello supone, así que me pongo a timbrarles y a gritarles como loco que paren. “Hay que joderse”, estarán pensando, para una bajada buena que teníamos… No son necesarias muchas explicaciones para entender la urgencia de la llamada y la necesidad de parar.
Arreglado el percance seguimos bajando hasta el desvío a la izquierda por un camino que va junto al barranco de los moros, es fácil pasarse este desvío en el ímpetu de esta bajada; a mí me pasó hace un par de meses, la solución a esto es: o volver, o continuar hasta fuente Fech que está un poco más adelante y allí girar a la izquierda para llegar al camino que baja hasta el pantano, aunque tengas que hacer un par de kilómetros más.

En nuestro caso cogemos el camino correcto, o eso creíamos pues es el que tiene la susodicha subida, que encima está asfaltada, lo que nos enciende la luz de alarma en el coco: cuando vemos estos tramos cementados en medio de pistas forestales no suelen presagiar nada bueno. Superado el tramo de subida la bajada vuelve a ser roñosa y rota, un tramo bastante técnico pero sin demasiado peligro. Llegamos por fin al camino de bajada. Las ganas de llegar aquí son tantas que la memoria me engaña, de todas formas solo he pasado una vez por aquí y fue en verano, por lo que creo recordar que ya no hay ninguna subida, pero sí, aún queda un pequeño repecho que me reprocharán como si lo hubiera puesto yo; casi puedo oír sus mentes antes de que lo digan. Efectivamente lo dicen… pero antes de que terminen se acaba el repecho y ponemos la directa en el vídeo y en la bajada. Solo una parada más por el camino para fotografiar la estampa del pantano tendido entre las montañas allá abajo en el valle.
La llegada a la presa coincide con la hora límite, o casi, que nos habíamos puesto para llegar. Aun así coincidimos que esta ruta ha estado marcada por la urgencia de tener que llegar antes de que anocheciera, llegar a las 5 de la tarde al coche en enero es algo aventurado para rutas montañeras, contando que puedes tener algún imprevisto y entonces tienes un problema. Esas prisas hicieron que no pudiéramos deleitarnos con los soberbios paisajes que teníamos por delante, y el estar pensando en el reloj más que en disfrutar la ruta hace que esta no tenga el mismo sabor, ni nos deje las mismas sensaciones.
Lo bueno de las derrotas es que si las sabes analizar enseñan más que las victorias. Lo malo de la memoria es que olvida con facilidad y las sensaciones marcan el recuerdo más que los datos. Analizando estos en casa, se ve que la ruta no es tan dura como puedo parecer recién bajados de la bici y con el culito caliente. Mientras nos quitamos el casco junto al coche Luis sigue dando vueltas en el parking del pantano para redondear los 63 largos kilómetros que nos hemos marcado.

Unos estiramientos y un café mientras comentamos anécdotas entre risas y bromas antes de subir al coche, son el preludio que antecede poner rumbo al R.C. donde finalmente concluirá esta rodada grande de inicio de año. El próximo calendario ya tiene foto de enero, eso si, habrá que saber escoger entre las más de 120 que habrán caído hoy.
Hasta la próxima aventura.


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